Una panza de 7 meses de embarazo, una computadora y una tarjeta de crédito me hicieron incursionar en el e-commerce con el pié derecho.
Paula tiene 12 años, recién cumpliditos. Ella no lo sabe pero es la razón de que su madre tenga tanta experiencia en las compras online. Los que me conocen saben que aparte de ser una mujer profesional -léase trabajo de sol a sol- también soy una persona, digamos, comodina; si, es la palabra correcta.}
Me encontraba yo en la parte mutante en la vida de una mujer. Con una panza que fácil la pude haber metido a un concurso (de ballenas) y obviamente no tenía ni el tiempo ni la condición física para hacer lo que yo llamo cardio: shopping.
Paula estaba por nacer y yo no tenía un solo biberón. Acostumbrada a resolverlo todo y bastante adelantadita a mi época. (El e-commerce en México estaba igual que mi hija, casi casi a punto de nacer). Me dispuse a investigar eso del “shopping” online pero en USA.
Como antecedente:
Les cuento que vivo muy cerca de la frontera con Arizona, USA, por lo tanto ya estaba familiarizada con una que otra tienda. Así que las googleé y gracias al SEO impresionante, adivinen con quien dí. Ahi les va una pista: empieza con “a” y termina con “mazon”. Oh si! Marce dió con Amazon.com, sentí lo mismo que cuando entré a un mall. Había de-to-do.
Inmediatamente mis dedos agarraron una rapidez increíble y yo hice click a todo lo que encontré, biberones, ropita, zapatos; había entrado al paraíso. Podía filtrar por marca, por precio, por tallas ¡hasta por colores! mientras navegaba me acordaba del shopping offline. Que dejas la vida, los pies, los tobillos y parte de los pulmones paseándote por las tiendas para no encontrar jamás lo que estabas buscando y si lo encontrabas, justo no había de tu talla.
Seguí extasiada en mi búsqueda, no estoy muy segura pero creo que hasta le compré un abrigo (vivo en el desierto). Bueno, en 2 horas yo ya había conseguido todo, y cuando digo todo, es todo.
Muy bien, carrito lleno, ok…ok… a ver. Aquí dice “check out” y ahí empezaron a ponerse difíciles las cosas. Como si fuera un exámen, pero yo era capaz de todo. Con tal de conseguir pagar todo aquello y tener un parto feliz.
“Billing address”, ingresé la dirección de mi tarjeta de crédito con todo y código postal. Que sabérselo en México te da grado universitario ¡done!, seguimos. “Shipping address”, aquí confieso que dudé, tardé en reaccionar, la lógica (estudiada a fondo por Amazon) me decía que obvio.
Una cosa era el pago y otra a donde demonios quería la señora que le enviaran sus cosas. Ok, vivo en otro país, cerquita, pero otro país -hora de pedir asesoría- le llamé a mi papá y le expliqué toda la transacción que pretendia yo realizar.
Como no me entendió absolutamente nada, decidió compartirme un P.O. Box que él tenía de la empresa y quedaba en una ciudad fronteriza “ahi Rafael recibe tus cosas y después te las manda ¿no es mucho?” -obvio no- fué mi respuesta, me persigné en secreto. Listo, dirección de envío completada. Datos de la tarjeta, sin una pizca de remordimiento ingresé cuanto dato me pidieron: “REVIEW YOUR ORDER”, estaba perfecta mi “order”, y ¡zaz! que hago click en “PLACE YOUR ORDER”.
Sentí que había parido.
Acto seguido recibí un correo de confirmación con el resumen de lo que yo había comprado, noté que había varios cargos de envío, a buena hora me ponía yo a revisar con exactitud mi “Order”; cuando Amazon dice “Review your order” es por que realmente quiere que lo hagas. En mi afán de vestir a mi primogénita, no me di cuenta que había comprado en varias tiendas, o sea, Amazon.com no era una tienda ¡era un mall! por lo tanto toooodas las tiendas me cobraron “shipping” (envío).
No me enojé, lo catalogué como aprendizaje forzoso. No he vuelto a incurrir en el error en 10 años que tengo comprando online.
Ya que se me pasó la euforia por «mi primera vez» ya con la cabeza fría y la tarjeta de crédito lastimada, empecé a rastrear los envíos “tracking nº”, ¡experta me hice! cada tienda tenía su propio “carrier”, así que visité varios sitios en busca de noticias; todos estaban enviados, el que no estaba en Chicago, estaba en Denver o en Los Angeles; el asunto es que ya venían en camino -igual que Paula-.
Aproximadamente 10 días después, santo clós -perdón- el Sr. Rafael. Me llamó y me avisó que ya habían llegado mis pedidos, como era ropa de bebé no le quedaba mas remedio que alegrarse por el nuevo miembro de la familia; muy amable me envió todo. Ojo, no me pasé de la franquicia que establece la ley, por si alguien trabaja en aduanas, no se sienta ofendido. Llegó todo en perfecto orden, ¡hasta el abrigo!.
Desde entonces soy fiel cliente de Amazon.com, solo que ahora ya se que tengo que comprar las cosas en la misma tienda para evitar cargos extras de envío. Durante 10 años he comprado online, siempre en USA ya que en México creo que hasta el 2013 Liverpool se puso las pilas y ofrece una tienda online decente.
Por ahí leí un libro que dice que para que alguien se precie de ser experto en algo, tiene que hacerlo durante 10 años consecutivos. Obvio yo me sentí aludida y me sentí con los conocimientos, la experiencia y las ganas suficientes de incursionar en el e-commerce en México. ¿Qué tal eh? ¿los sorprendí?.
Pero se van a tener que esperar al siguiente post porque ya son las 2 am y ya me dió sueño. Les contaré de las tiendas online que abrí y del “verified by visa” que me hizo reflexionar seriamente en las limitantes que hay en México para lograr vender satisfactoriamente a través de internet.
FYI a Paula le quedó todo lo que le compré.
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Marcela Mexía
@marcelamexia
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